El Corte Inglés, otro Mundo.

domingo, octubre 22, 2006

Las Miserias

Cuando el hombre pasó de no tener ni con qué taparse las vergüenzas a robarle al resto de congéneres su único taparrabo por la única razón de poseer, dimos un enorme paso atrás como especie.
Y a lo largo de miles de años, esa práctica vergonzante se ha reproducido sin cesar e incuso legalizado. Quitar a los demás para quedárselo uno mismo en propiedad, hasta cuando es más de lo que se puede llegar a disfrutar en toda una vida.
Hoy sólo se busca poseer por encima de todo lo demás. Poco importa lo que necesite el resto, sólo se piensa en almacenar, acumular riqueza, gloria, fama. ¡Cuanto más se tenga mejor y cuanto menos tenga el de al lado, mejor aún!
Pero esta miseria, esta avaricia que corroe la sangre de los admirados hoy día por la sociedad, una sociedad hueca que quiere, desea emular a quien vive a costa del trabajo ajeno, a costa de arañar hasta el último céntimo de donde sea, no se vuelve en contra sino del propio hombre, del propio ser humano, que cree llenará su vacío con unas monedas. ¡Qué barato es el hombre! ¡Y más quiere cuanto más vacío se siente!
Podemos ver cómo, en el lugar de trabajo donde hacemos penitencia diaria, aquél que su única función es llenarse los bolsillos sin sudar, hace todo lo posible por no soltar ni una miserable moneda, con tal de ver aumentada su libreta, ésta no de racionamiento precisamente.
Amasar, acumular hasta el punto de ahogarse en su propia masa metálica y atragantarse de gloria, de números, de aplausos. Valores rancios, vacíos y estúpidos, que sólo se consiguen a base de rapiñar a los que están por debajo de uno.
!Envejezcan doloridos que cada dolor suyo es un céntimo mío! Ésa es la triste mentalidad del rumiante de números.
Ellos, que hacen trabajar al resto con materiales y equipos obsoletos, vergonzantes, denigrantes e irrisorios, que provocan comentarios y burlas de los propios clientes a los que al mismo tiempo se intenta impresionar… Ellos son los que después piden cuentas y estrujan al pobre empleado por no haber superado las previsiones. Ellos, que no gastan un maldito céntimo por contentar a quienes les dan de comer, a quienes les deben sus riquezas y su gloria. Ellos, que sólo piensan en sí mismos, egocéntricos hasta la muerte, piden a los demás que piensen en su riqueza y la sigan llenando a cambio de miserias, pestes, ladridos y vergüenzas.
Las personas que piden todo y no dan nada son injustas, egoístas, buitres de rapiña. Y en esta España se dan premios y conceden honores a tales sujetos, se les tiene por mantenedores del bienestar. ¡A base de estrujar diría yo! ¡A base de presionar y coaccionar!
Algún día las tornas cambiarán si pretendemos que impere lo justo. Y sólo sucederá si aquel apaleado, aquel humillado, se levanta y planta cara al indolente acaparador quien, a base de dinero sucio como el barro, pretende acallar a los justos, a los luchadores, a los limpios de conciencia.
¡Que las tornas cambien!